miércoles, diciembre 02, 2009

La Bikina

Edito para añadir el vídeo de la tuna de Ávila (si no me equivoco) , a mi me gusta mucho también la versión que hacen.



Ir al certamen de tunas fue toda una experiencia, de esas de volver al pasado, hast me emocioné y todo escuchando canciones que tenía en el olvido. El caso es que me veo pidiendole al tuno que me grabe algún cd jeje.

Sólo pude hacer dos vídeos, mi cámara no da para más y como se pueden escuchar les he subido. Grabe la misma canción, la primera vez porque es una de mis canciones preferidas de tuna, la segunda porque me tenía que ir y coincidió que era la última canción.
Hoy solo me ha dado tiempo a subir la de la tuna de Segovia, de las que vi la que más me gustó, además eran muchos.



He encontrado en la wikipedia la historia de esta canción, de un compositor mexicano, ya os dije que las canciones sudamericanas de la tuna me encantaban.
Decian unas señoras, ya no se hacen canciones asi, y es cierto. La pena fue pensar que no se yo si existirá tuna dentro de 30 años... me da que no va a haber relevo generacional, una pena.

En una noche de tormenta, cruzó por el espacio un lucero luminoso, que fue a chocar contra la cima de un monte, un campesino que había seguido la trayectoria del meteoro, corrió hasta donde supuestamente se había estrellado y cuál fue su sorpresa al ver que en el lugar se hallaba una recién nacida abandonada a su suerte, tal como Superman, historia que también se basa en esta preciosa leyenda.

El indígena la recogió y la llevó a su chocita, su mujer la atendió cariñosamente, inclusive la amamantó, ya que acaba de ser madre apenas hacía dos meses. Pasaron los días y Pedro, el campesino fue a contar al Padre Gonzalo lo que había ocurrido, pues quería un consejo para resolver qué hacer con la pequeñita, inclusive tenía miedo de que lo acusaran de robo o algo parecido.

El sacerdote decidió anunciar el hecho por si alguien sabía sobre los padres de la niña, pero no hubo respuesta alguna, en vista de lo cual, la depositó en un convento cercano con las madres Carmelitas.

La niña creció entre las monjas y cada día sus ojos azules resaltaban más ante la negrura de su cabellera. Se iba tornando de una extraña belleza. Le habían bautizado con el nombre de Carmen y se dedicaba a las labores propias del lugar. Pasó el tiempo y un día la paz del apacible convento se vio alterada por un tiroteo feroz, las monjas corrían por los jardines y trataban de esconderse sin encontrar donde.

A raíz de los problemas de la Iglesia con el Estado, se había formado una liga de defensa religiosa, eran Los Cristeros, y en 1925 el presidente Calles, procedió contra los rebeldes haciendo una persecución por todos los puntos del país, principalmente en Jalisco, en donde este movimiento había alcanzado mayor fuerza. De pronto la puerta se vio abatida por un pelotón del ejército que entró con furia destruyendo lo que encontraba en su camino y ante los incrédulos ojos de las monjas, cayó la superiora por un tiro en la cabeza cuando trataba de impedirles el paso.

Carmen, resultó el blanco de los hombres, que al verla se quedaron prendidos de su belleza. Uno la tomó en vilo y la sacó del lugar y se la llevó, era el capitán Humberto Ruiz. La chica estuvo inconsciente durante días, la fiebre hizo presa de ella, era su estado emocional lo que la tenía tan desgastada. Encerrada 17 años, sin saber de la vida y de pronto había sido ultrajada, sin entender siquiera qué le había ocurrido, sólo sabía que prefería morir antes que seguir aquel martirio y como una defensa a la naturaleza, permanecía inerte.

Despertó por fin y lo primero que vio fueron los ojos acerados de Ruiz, quien le devolvió una sonrisa al verla volver en sí. Ella trató de incorporarse y él no se lo permitió, le trajo agua y con dulzura le limpió la frente con un pañuelo. Así estuvieron por días, él amable, atento y servicial, no la tocaba mas que para acomodarle la almohada o para darle de comer y asearla un poco. No hubo el menor diálogo entre ellos, se diría que no existían las palabras. El intentó romper aquel silencio, pero parecía muda.

Pasaron 3 estaciones y llegó el invierno, el capitán la cargó y la llevó a otro lugar más acogedor. Allí ante las llamas de una chimenea campestre, le besó las manos y llorando le pidió perdón, salió dejándola sola para siempre.

Carmen olvidó su nombre y todo lo relacionado con su persona, alguien le puso La Bikina, caminó por varios pueblos y haciendo trabajos domésticos se mantenía. Ningún hombre podía acercársele, respondía como una fiera ante cualquier insinuación y se daba a respetar, pero intrigaba su soledad y su mutismo. El destino la puso nuevamente frente a Ruiz y en esta ocasión, ella le sonrió, no le dijo nada, pero aceptó caminar su mismo rumbo.

Vivió una noche de amor incomparable y ya para el amanecer salió del lugar subió a la montaña y como la última estrella de anochecer se perdió en el firmamento.

Su historia inspiró a la gente que la conoció como la historia de La Bikina.

LA BIKINA

Solitaria camina la Bikina,
la gente se pone a murmurar,
dicen que tiene una pena,
dicen que tiene una pena,
que la hace llorar

Altanera, preciosa y orgullosa
no permite la quieran consolar;
Pasa luciendo su real majestad,
pasa, camina y los mira
sin verlos jamás.

La Bikina, tiene pena y dolor,
la Bikina, no conoce el amor

Solitaria camina la Bikina,
la gente se pone a murmurar,
dicen que alguien ya vino y se fue,
dicen que pasa las noches soñando por él,
dicen que pasa las noches soñando por él.

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